Una guía para que nuestros hijos e hijas encuentren el equilibrio entre jugar y los dispositivos.
En la era actual dominada por la tecnología, el uso constante y en ocasiones excesivo de dispositivos digitales tiene un impacto notable en la vida diaria de personas de todas las edades y estratos sociales. La tecnología se ha convertido en un elemento fundamental en nuestro entorno, y esta influencia se extiende incluso a la infancia. Nos facilita la vida, nos entretiene y por momentos nos aparta de los vínculos cercanos.
Si bien son indudables los beneficios para la organización de lo cotidiano, existen importante estudios que han señalado posibles efectos negativos, a pesar de los cuales sigue siendo común el uso excesivo de pantallas, lo que a menudo, en los niños desplaza actividades tradicionales, como el juego.
En los primeros años de vida, la actividad lúdica no es simplemente una manera de divertirse, sino que desempeña un papel esencial en el desarrollo mental y emocional de los niños. A través del juego, pueden experimentar y practicar diferentes roles, lo que contribuye a la formación de su identidad. Aunque las pantallas ofrecen experiencias visuales y sensoriales atractivas, su uso excesivo puede restringir la capacidad de exploración, el pensamiento crítico y la creatividad.
En este contexto, surge la necesidad de analizar detenidamente cómo los juegos virtuales se comparan con los juegos tradicionales en términos de fomentar la libertad y la creatividad. Es crucial encontrar un equilibrio entre las oportunidades que brinda la tecnología y el desarrollo saludable de los niños, promoviendo sus habilidades y su capacidad para pensar de manera creativa.
El uso de la tecnología en niños y niñas en edad escolar
El uso de la tecnología y las pantallas en niños en edad escolar presenta una mezcla de beneficios y desafíos significativos. Por un lado, la tecnología puede ser una herramienta educativa muy importante, fomentando el desarrollo de habilidades digitales, la exposición a información variada y la interacción con contenidos educativos estimulantes.
Además, puede mejorar la participación y el interés en el aprendizaje, al adaptarse a diferentes estilos de aprendizaje y permitir un acceso más personalizado a la información. Sin embargo, el abuso de las pantallas puede llevar a dificultades tales como como la disminución del tiempo destinado a actividades físicas, sociales y creativas, lo que podría afectar negativamente el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños. También existe el riesgo de sobreexposición a contenidos inapropiados o adictivos, así como de impactos en la calidad del sueño debido a la exposición a pantallas antes de acostarse.
A pesar de las investigaciones que desde las neurociencias postulan los posibles efectos perjudiciales del uso excesivo de pantallas sobre los procesos de adquisición del lenguaje, el rendimiento académico y los patrones de sueño, y aun su contribución a problemáticas como la depresión, ansiedad y baja autoestima (Desmurget, 2020), persiste la proliferación desmedida de esta práctica, en tanto las aplicaciones ganan terreno en detrimento de los trencitos, los rompecabezas, las pelotas y a las masas de harina y sal.
Si no se trata entonces de demonizar a la tecnología y, de hecho, presenta sus beneficios, ¿Cómo encontrar el equilibrio entre el uso saludable y el exceso?, ¿qué indicadores podrían observarse como alertas anticipatorias que ayuden a madres y padres en el monitoreo de su uso? Comprender cuál es la función del juego quizás sea una puerta de entrada para desarrollar estrategias de cuidado parental que ayuden a encontrar ese equilibrio.
El juego como oportunidad en el desarrollo infantil
Hablar de juego desde la psicología remite ineludiblemente a Donald Winnicott, psicoanalista inglés cuyas profundizaciones y aportes teóricos acerca del desarrollo infantil y la importancia del juego en la formación de la identidad continúan resonando en la actualidad.
El juego, cuando en su dinámica presenta determinadas características, se convierte para los niños en un vehículo esencial para el crecimiento, el aprendizaje y la conexión con uno mismo y con el mundo. Es el ensayo de la realidad y acción fundamental en el desarrollo infantil a través del cual los niños y niñas exploran y experimentan con su entorno, aprenden a regular sus emociones, desarrollan su imaginación y creatividad y establecen una relación significativa con el mundo que los rodea. ¿Pero cuáles son esas características?
La actividad general de juego podría subdividirse en dos grandes categorías: el juego libre y el juego reglado. Mientras que éste último refiere a actividades más estructuradas con normas, instrucciones y objetivos definidos (como por ejemplo los juegos de mesa, las actividades entre equipos, etc.), el juego libre se presenta como la actividad lúdica más auténtica y propia que cada infante puede desarrollar.
El juego libre, al no contar con reglas estrictas ni metas preconcebidas, permite potenciar la espontaneidad y la imaginación. Representa una actividad sin un fin particular, donde el individuo se sumerge completamente en el momento presente. Es posible encontrar aquí por ejemplo las creaciones de verdaderos mundos a través de cajas de cartón, o la simple diversión en el dibujo, la pintura o el disfrute del baile y la música improvisada, los juegos con bloques y elementos sensoriales como la masa.
Teniendo esto en cuenta, las actividades lúdicas propuestas por la mayoría de las apps podrían ubicarse dentro de la categoría del juego reglado en el sentido que ya hay un entorno creado, hay objetivos que lograr y vidas por conservar. Colaboran de esta manera con el desarrollo de competencias de resolución de problemas y análisis de contexto, no obstante es menor el espacio para el desarrollo de la creatividad.
Sostener el equilibrio en el desarrollo infantil estará dado no solo por el monitoreo acerca de los contenidos y mensajes que transmiten las pantallas sino que la inclusión de la tecnología, no implique dejar de lado el juego vivencial, improvisado y espontáneo que implica el juego libre.
Fuente: Natalia Ferrucci / psicologiaymente.com