Cristiano Ruiz en clase con una ‘tablet’ y dos de sus profesores en su escuela de Manaus, en Brasil. (Fuente: Ismael Martínez/ProFuturo)
LA HISTORIA DE CRISTIANO, EMILIA Y NICOLE
Tener nueve años y que te apasionen las matemáticas y el fútbol adquiere un cariz especial si cada mañana, para llegar al colegio, debes atravesar un bosque amazónico. Cristiano Ruiz es alumno de primaria en la Escuela Municipal Kanata T-Ykua, en una comunidad indígena de la Amazonía brasileña, en Manaus. Junto a la transmisión del conocimiento tradicional local, la enseñanza que recibe pone el acento en el manejo de las nuevas tecnologías y los contenidos digitales.
Afortunadamente, porque estos suponen el pasaje hacia un futuro de inclusión, de universidad y de un trabajo digno, quimeras aún para seis de cada diez niños y adolescentes en Brasil, que viven en la pobreza, según Unicef. Casi nueve millones se quedarán sin escolarizar. En todo el mundo, dos de casa tres niños en edad escolar, unos 1.300 millones, no tienen internet en sus hogares, según otro informe. El pequeño Cristiano y sus compañeros de clase romperán las estadísticas con la ayuda de ProFuturo, que empodera a sus profesores para motivarlos en su aprendizaje y ofrecerles la mejor experiencia educativa, integrando la tecnología en el aula y fomentando el trabajo colaborativo.
La importancia de las competencias digitales
Según la definición de la UNESCO, las competencias digitales básicas cubren el uso elemental de los dispositivos digitales y las aplicaciones en línea. En una fase más avanzada, permiten sacar provecho de las tecnologías digitales de manera profesional. De ahí que las competencias digitales sean especialmente necesarias en entornos vulnerables, donde este programa, impulsado por Fundación Telefónica y Fundación ‘la Caixa’, actúa con una doble estrategia. Por un lado, la de mejorar la formación tecno-pedagógica del docente, acompañarlo y darle soporte continuo, y por el otro, la de promover el aprendizaje del estudiante a partir de experiencias motivadoras.
Gracias a este programa, Cristiano va a poder profundizar en su asignatura preferida, llegar a ser un estudiante universitario y, como en sus sueños, labrarse una carrera deportiva en el fútbol. De momento, el nombre de estrella ya lo tiene.
A más de 7.500 kilómetros, mar Atlántico de por medio, también se ha hecho de día y Emilia Claudete emprende su camino hacia el colegio Nossa Senhora de Fátima, en Angola, Luanda. En este caso no hay bosque, sino montañas de escombros y basura, un paisaje habitual en esta zona, por ser uno de los vertederos de basura electrónica más grandes del mundo. El sueño de Emilia, muy alejado de esos montones de basura de su cotidianidad, es vivir en una casa de ladrillos y tener las mismas oportunidades que los chicos de su edad.
Una de las clases favoritas de Emilia es la de «las tabletas» digitales. Un entusiasmo que comparte con su amiga Ana Bernarda Enoque, de 12 años, cuya familia llegó a Luanda en el año 2000 huyendo de la Guerra Civil. Gracias a que su escuela es uno de los 260 centros educativos en los que ProFuturo está presente en el país, estas niñas nacidas en un lugar tan vulnerable, puede tener la oportunidad de descubrir nuevos horizontes de aprendizaje, de favorecer sus inquietudes educativas, motivación y curiosidad y de construirse un espíritu crítico.
Cruzando ahora el Índico, en Malabón, una de las ciudades más pobladas de Filipinas, sale el sol para Nicole Buerano, cuyo sueño es viajar por el mundo trabajando como auxiliar de vuelo. Está escolarizada en la Acacia Elementary School, que acaba de reabrir sus puertas. El país asiático ha sido uno de los últimos del mundo en volver a la presencialidad, con lo que ello ha supuesto para la continuidad de los estudios de los niños más vulnerables. Esto no le quita un ápice de entusiasmo a Jeian Mae, profesora de Nicole, que encara la jornada con ganas de despertar la curiosidad de los niños y las niñas, consciente del interés que suscitan en estos los dispositivos tecnológicos.
Desde su nacimiento en julio de 2016, el programa ProFuturo se ha implementado en 40 países de Latinoamérica, el Caribe, África y Asia y de él se han beneficiado 19,7 millones de niños y niñas y más de 900 mil docentes. Esto se ha llevado a cabo mediante tres tipos de actuación: Esto se ha llevado a cabo mediante tres tipos de actuación: el Modelo Integral de Educación Digital, cuyo foco de actuación son las escuelas con conectividad limitada y permite integrar elementos que impactan en la calidad educativa como la formación docente, el acompañamiento presencial, una plataforma digital con recursos accesibles offline y, cuando es necesario, equipamiento tecnológico; el Modelo de Refugiados, adaptado a las necesidades de la educación en contextos de emergencia; y el Modelo Abierto de Educación Digital, que ofrece contenidos educativos en abierto, accesibles en línea, y cursos de formación docente virtuales o presenciales. Todo ello con el objetivo de reducir la brecha educativa y lograr la igualdad de oportunidades de todos los niños, de acuerdo con el ODS 4: “Garantizar una educación inclusiva, equitativa, y de calidad, promoviendo oportunidades de aprendizaje durante toda la vida”.
Las de Cristiano, Emilia y Nicole no son las únicas historias que cuentan en primera persona el poder transformador de la educación digital. Puedes descubrir más en la web de ProFuturo.
Fuente: elconfidencial.com
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